Para Pía Montero Ciccero
Divina con tu corto
vestido blanco
tus piernas
enfundas en suave frufrú
el abanico que en
tu mano es mariposa
el negro brasier
adivinado en tus hombros
la perfecto peinado
de dama impecable
y tu boca como
intensa roja rosa de besos.
Soberbia en tu
hermosa madurez
como una nocturna
flor secreta
como una delgada
esfinge rutilante.
Triste con tu
soñadora mirada perdida
ensimismada en los femeninos
sueños
de tu quieta y
estilizada sexualidad.
Misteriosa diosa de
los túrgidos deseos
de las ambiguas
lujurias desatadas.
Sé que solo puedo
mirarte desde este lejos,
tocarte levemente
con mis dedos machos.
Pero mis ansias son
sigilosas y te acechan,
te llevan a mi
noche y te sueñan ardiendo.
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