Para Briggite Gonzales
Ahí semidesnuda eres hembra jugando en medio del coqueto desorden de tus
sensuales ropajes y colores, jugando a hacer posible lo imposible, a explorar
otros signos de tu perfecta feminidad, jugando a sentirte mariposa abierta,
flor profunda o joya invisible. Ahí esparcidas están las bragas de reina
sospechosa, los falsarios brassieres tentadores, los jeans y las faldas, las
medias y las blusas, tus vestiduras de herética esfinge, tus galas de dama que
se sueña princesa encantada en un territorio prohibido. Entre los rojos
pasionales, los dulces anaranjados, el blanco de lo alto y los cálidos
amarillos, entre muros y cortinajes, junto al lecho donde habrás pecado de
deliciosas y penetrantes sodomías, donde habrás consumado tus sueños de
pervertidas lujurias de mujer esplendorosa, allí entre las sábanas deshechas
que aun guardan tu femenino perfume y el lúbrico aroma de tu sudor de hembra
paladeada, poseída, penetrada. Ahí las delicias de tus hombros y tus nalgas, de
tus provocativas piernas enfundadas en las negras redes de sutiles arabescos,
tus pálidos muslos y el surco del confuso placer. Ahí te reflejas en el espejo
voyerista como inquietante mujer secreta, flor en su capullo, sirena de los
turbios océanos del vicio, te escondes quizá avergonzada en el suave y largo oleaje
de miel de tu pelo, te dejas observar como un ángel encadenado a una
corporalidad equivocada. Ahí con tus tacos aguja y tu pose de ninfa
sorprendida, hueles a semen a besos a saliva vertidos en tu piel en la
confusión de la atávica cópula equívoca, te sabes sensual e inquietante,
poseedora de los dones del sexo y de la ambigua seducción. Ahí semidesnuda eres
una silenciosa hembra que se sueña.