viernes, 28 de noviembre de 2008

LA DIOSA

Para Rosy Cross

Hembra perfecta, dueña de los deseos

Detentas absoluta el erotismo de los sueños

Desde tu boca en rictus de reina

Sobre tus ojos de lejana diosa egipcia

Por tus manos en femenina actitud

Tus soberbios pechos asomando turgentes

Tu vientre impoluto sobre la tanga que oculta

En su sombra tu tierno y ambiguo secreto

Y en tus muslos suaves que atrapan las caricias

Hasta el borde mismo de tus medias intocables

Hembra devoradora de urgidos machos en celo

Tu madures orgullosa te hace aun mas dulce

Y en tu piel sagrada se acumulan los deleites

De las sabias meretrices del templo de Eros.


lunes, 10 de noviembre de 2008

EL RETRATO DE YAZZMIN

Externamente, el retrato muestra a una dama seria, formal, quizás un poco tímida. Viste un pullover de llamativo rojo, con un recatado escote que deja expuesto apenas la coqueta V de sus pechos. Un collar de elegante sobriedad toca la piel de su cuello llevando las miradas a ese breve escote. Un negra falda corta muestra con limitada coquetería sus piernas enfundadas en medias oscuras pero transparentes. Una mano descansa anillada y femenina, sobre su muslo como queriendo ocultar lo que la falda muestra. Su pelo oscuro, largo y de puntas onduladas enmarca su rostro serio de grandes gafas formales, aunque el cristal remarca unos ojos negros de mirada como ausente. Esta de pie, como yéndose o esperando.

Internamente, se adivina bajo el rojo unos pechos de niña que imagino de pequeños pezones sensibles. La tersa piel de su escote es la tentación de tocar mas allá de lo que el rojo esconde, sentir la tibieza de la mujer indecisa entre el temor y el placer. La boca roja es aviso de pecado, de besos húmedos, de labios que se desesperan, de dientes que chocan en la urgencia de las lenguas que de enredan. El rojo no alcanza a disimular las palomas de sus pechos que anhelan el vuelo y la caricia. La falda, negra y corta, propone el roce impúdico de esas piernas sobre el frufrú de las medias. Y la mano esta expectante a la espera de subir la falda para exponer las bragas, de seguro negras y pequeñas. Y bajo ellas ese bultito tímido de un clitito ambiguo pero femenino, que siente el roce apretado de la seda y tiende a erectarse como un capullo que presiente la primavera.

Su boca, sus ojos de gata encelada, su pelo de leona, sus pechos en breve turgencia, sus piernas sintiendo la suavidad de las medias, su mano rozando la piel de sus muslo tibio, sus caderas de niña atrapadas en la falda, todo, todo induce al deseo, y quiero pensar, imaginar, sentir, que está de pie, esperándome.